La historia del acero de Damasco
Durante los siglos X al XVIII en la ciudad de Damasco, Siria, se produjo una aleación para espadas y armas cuya calidad la convertiría en leyenda. No obstante, el hecho de que en el presente no se sepa a ciencia cierta cómo se forjaba, la ha convertido en uno de los mayores misterios de la historia de la ciencia, ya que estudios recientes han demostrado la presencia de nanotubos en su estructura.
Duro y a la vez flexible, de una calidad tan soberbia que llegaba a rebanar las espadas europeas y mongoles portadas por los distintos ejércitos que invadían la región, el acero de Damasco resultó víctima del secreto y recelo con el que los herreros que lo producían guardaban su receta.
No era para menos ya que además de ser una ventaja formidable en el campo de batalla, la aleación era una mina de oro para quienes la producían. Durante las Cruzadas e incluso la gigantesca invasión mongol a Medio Oriente en el siglo XIII, nobles y generales de ambos bandos pagaban fortunas por estas piezas. Cantidades de dinero que no solo se justificaban por la verdadera calidad excelsa de dicho acero, sino que además eran alimentados gracias a la gran cantidad de «mitos y leyendas» que existían a su alrededor. Se llegaba a decir desde que su filo era tan agudo que era capaz de rebanar una lámina de seda sólo dejándola caer sobre el mismo; y hasta que llegaba a cortar rocas sin perder su filo.
Si bien, como mencionamos, se cree responsable al gran secreto con el que se mantenía su fabricación, otras teorías sobre la pérdida de la técnica indican que posiblemente el principal factor haya sido la caída en desuso de la misma, tras que el agotamiento de los yacimientos ricos en tungsteno de la región impidiera su fabricación y así la posibilidad de pasar el conocimiento a nuevas generaciones -debemos tener en cuenta que en el pasado muchas veces las recetas no se escribían o anotaban con el fin de evitar su robo o copia, sólo siendo transmitidas por vías de la experiencia de mentor a alumno.
La técnica para hacer acero de Damasco
Cuchilla de acero de damasco. Vemos los intrincados y finos patrones sobre el metal que dicha técnica produce.
Nadie sabe a ciencia cierta la técnica exacta, pero un estudio realizado en la Universidad Técnica de Dresde, Alemania, en el cual se utilizaron rayos X y microscopía electrónica, ha dejado atónita a la comunidad científica al demostrar que efectivamente el acero de Damasco presenta nanotubos de carbono y otras nano-estructuras en su composición.
Hoy día estas particularidades en aleaciones y compuestos modernos son producidas industrialmente mediante la utilización de complejas técnicas desprendidas de la industria aeroespacial.
Hoy se sabe que la técnica se originó entre el siglo III y el I antes de Cristo en la India. Dicha técnica fue la primera en refinar una aleación utilizando un catalizador para remover las impurezas.
Consistía, tras obtener un acero rico en carbono, en refinarlo utilizando un vidrio especial el cual elevaba a la superficie de la masa en caliente las impurezas, dejando en el centro un acero mucho más puro. La técnica iría viajando con los mercaderes y las tribus que, a causa de las guerras, eran desplazadas hacia el oeste.
Una vez en Medio Oriente, al rededor del siglo IX DC, la técnica sería refinada y mejorada gracias a los extensos conocimientos en metalurgia de la región, dando como resultado el mejor acero para espadas de la historia.
Esta teoría ha ganado mucha fuerza ya que también explicaría el surgimiento del acero de bulat fabricado en tiempos medievales en Rusia. El bulat no solo presenta características muy similares al de Damasco, sino que además, tras estudios arqueológicos, se pudo trazar su origen a Persia -pulat significa acero en persa- y de allí a la región de Samanalawewa, uno de los lugares en Asia donde se practicaba la técnica de la cual desciende el acero de Damasco.
¿Cómo conocer la calidad de un cuchillo?
Saber elegir cuchillos apropiados es muy importante y no es sólo cuestión de ciencia sino también de arte. Los cocineros, los cazadores, los militares, los artesanos, los deportistas al aire libre y los coleccionistas saben hacerlo muy bien y de ellos vamos a sacar buenos consejos. Hay miles de personas en todo el mundo que tienen un especial y sano interés por los cuchillos; es como ellos mismos dicen “una pasión muy afilada”.
Existen los cuchillos de fábrica, los cuchillos hechos a mano, los cuchillos y navajas de bolsillo, los cuchillos de hoja fija, los cuchillos históricos, los cuchillos de arte, los cuchillos de un determinado tipo de marca, los cuchillos para profesionales (cocineros, submarinistas, cazadores, recogedores de setas, montañismo, etc.).
La calidad de un cuchillo se conoce por su filo, su firmeza, su fácil manejo, su mango ergonómico, los materiales de fabricación, su proporción, su tratamiento térmico, su resistencia al agua y al óxido, su diseño, su estabilidad, su durabilidad, su buen balance, su peso adecuado, su templado, su tipo de hojas enteras, su punta, su forjado.
Las tres cualidades más importantes de una hoja son la capacidad de corte, la facilidad para restablecerla una vez desafilado y que sea inoxidable. Estas cualidades son producto de la buena calidad del acero, el correcto tratamiento térmico aplicado, denominado temple, y la adecuada realización de los posteriores procesos de fabricación.
Los mejores son los de acero al carbono, forjados, con triple remache, con hoja entera cuya espiga o nervio queda íntegramente dentro del mango que debe ser ergonómico. También los hay de titanio, que los hace inoxidables y con un 40% de peso reducido.
Los cuchillos de acero de Damasco tienen la particularidad de que la hoja tiene 30 y 40 capas de acero tipo VG-10 de enorme dureza.
Los cuchillos de cerámica tienen una extraordinaria capacidad de corte, sólo comparable con la del diamante natural. La materia prima con que están hechos los cuchillos de cerámica es una mezcla de sílice con óxido de zirconio que se vitrifica a más de 3.000ºC.
En definitiva, los cuchillos son como una joya. Pero es muy recomendable tener cuidado de guardarlos bien, porque pueden ser muy peligrosos en manos de los niños y de personas adultas no preparadas; por eso deben estar colocados en lugar seguro e, incluso, cerrados en una estantería con llave.
En cuchillos se aplica muy bien el dicho popular: “Lo barato, sale caro”. Es mejor tener pocos cuchillos pero de calidad, que muchos cuchillos sin calidad. Esto es “más vale calidad que cantidad”.
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